En estos días previos a la semana santa, pude tener espacio para visitar la Costa Del Sol, El Salvador, bellísima como siempre, su sol radiante, la arena que resalta mucho más la profundidad del mar. Fueron días en los cuales pude tener cara a cara el mar, que no tiene fin, no tiene límites y que a mi parecer siempre ha representado el escenario de la humanidad.
Siempre tengo buenos
recuerdos de la película del Director Steven Spielberg Tiburón pero la primera
entrega que fue en 1975 y que he hablado en este espacio editorial sobre dicha
película cuando he hablado del buque de guerra “Indy” mundialmente conocido, en
la película canta el capitán Quint “Yo me marcho de aquí bella dama española”…
canción que me hace recordar buenos momentos en mis vacaciones el año pasado
cuando fui a Roatan en estas fechas, acompañado de amistades europeas que
conocí en la isla que entre ellos habían dos españolas con mucha experiencia en
el buceo en aguas caribeñas Centroamericanas.
El atardecer y
amanecer que nos ofrecen nuestras playas a diario, nos hacen recordar que las
grandes embarcaciones de la historia se han dado ahí, en medio del océano:
Cristóbal Colón y su descubrimiento del continente Americano, la emotiva y
trágica historia del Titanic, infinidad de películas de naufragios, tantas y
tantas historias que se hacen película y tienen éxito.
Nuestra costa
Centroamericana (Océano Pacífico y Atlántico) es una ventana hacia el
desarrollo, es muy importante que no ignoremos esta realidad, poseemos una
enorme riqueza que muchos países no tienen, turísticamente se puede promocionar
mucho más Río Dulce y toda la zona de Izabal en Guatemala, las playas de El
Salvador que en su mayoría son muy lindas, Islas de la Bahía en Honduras, en
Nicaragua se tiene San Juan del Sur y Corn Island, en fin, tantas ventanas al
desarrollo marítimo-portuario que poseemos como región y que puede aprovecharse.
El mar ha sido el
testigo silencioso de toda la historia de la humanidad, por ahí se dice: “No
podemos vivir de espaldas al mar” ¡No! Nuestra cultura puede estar arraigada a
la diversión y relajación marítima, desde la perspectiva cristiana, Jesus fue a
buscar a Pedro al mar, que era un pescador sencillo sin grandes virtudes
intelectuales.
El océano debe ser el
lugar perfecto para encontrarnos con nosotros mismos, que de ahí puedan salir
anécdotas personales satisfactorias entre amistades de confianza o familiares,
muchos extranjeros europeos ven las costas de la región como el lugar ideal
para su retiro, es hora que nosotros mismos valoremos la importancia que
tienen.